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jueves, 2 de diciembre de 2010

EVALUAR EL APRENDIZAJE EN UNA ENSEÑANZA CENTRADA EN COMPETENCIAS

MARÍA ISABEL FÉLIX VERA
EVALUAR EL APRENDIZAJE EN UNA ENSEÑANZA CENTRADA EN COMPETENCIAS
REPORTE DE LECTURA
No. 9





EVALUAR EL APRENDIZAJE EN UNA ENSEÑANZA CENTRADA EN COMPETENCIAS
En contextos educativos, la evaluación está llamada a desempeñar funciones esencialmente formativas.  Esto quiere decir que la evaluación debe estar al servicio de quien aprende  y, al hacerlo, simultáneamente  estará al servicio de quien enseña. Los dos serán los beneficiados directos de la acción pedagógica. Sin embargo, el sujeto que aprende necesita también aprender ser, a vivir y a estar en el mundo y situarse en él. En este contexto básico, el alumno podrá construir su propio aprendizaje.
La idea de competencia conlleva saber y saber hacer, teoría y práctica, conocimiento y acción, reflexión y acción. Esto representa un cambio en el enfoque del conocimiento: del saber qué al saber cómo. En la práctica esto desplaza el peso en el currículum de los principios, del marco conceptual, a los métodos. Se pretende educar por competencias, denominando objetivos, para entender, analizar, desarrollar la currícula, dirigir, organizar y enfocar una evaluación. Pero también se debe generar el saber ser, esas aptitudes que debe alcanzar todo ser humano para ser completamente autónomo.
El alumno debe ser el responsable de su aprendizaje, aprender no sólo contenidos, sino el para qué y el cómo utilizarlos. Sin embargo, en la práctica, el recurso de las competencias refuerza la importancia de los métodos y abandona los otros elementos constitutivos del proceso educativo como lo es la evaluación cualitativa, sólo se reduce a mero ejercicio de control de resultados. No debemos confundir que, al contar con un sujeto competente en determinada área y con  toda la experiencia  adquirida en un determinado tiempo, él sujeto  será apto para tareas totalmente distintas y en contextos  diferentes. Definitivamente el sujeto no estará preparado para enfrentar nuevos problemas. Porque el trabajo que desempeña ya es mecánico y rutinario, se debe estar en constante actualización, innovación y creación.
  En cuanto a la evaluación, estoy de acuerdo en que se deben crear espacios para las aplicaciones  en los que los alumnos puedan demostrar las competencias adquiridas, estas deben ser medidas cualitativamente, no tanto cuantitativamente. Se insiste prioritariamente en que la evaluación de las competencias debe ser formativa y continúa, es decir, debe existir un aprendizaje de calidad. Es por esto que la evaluación es una de las partes que definen el currículum, por lo que representa y por el valor añadido que adquieren los resultados en el contexto social. En los que el alumno debe poner a prueba los conocimientos adquiridos, el pensamiento crítico y su autonomía.
Por su parte, Barnett plantea que  el conocimiento deja de ser un valor en sí mismo, deja de ser considerado como proceso de construcción y pasa a ser considerado resultado, como producto. Es decir, observar y calificar sólo lo que el alumno hace es reducir a lo más superficial su capacidad de aprender, y por tanto, su competencia cognitiva. Es por esto que la evaluación debe estar integrada en el proceso de aprendizaje y en el desarrollo  de la competencia. Habrá que ofrecer la evaluación como una oportunidad como la mejora y no sólo como un instrumento de control, se debe incorporar en la calificación otros elementos derivados de las actividades, la implicación y las actitudes de los estudiantes durante el desarrollo del curso académico.
Se tiene que pasar del carácter estático del examen, a la dinámica de la participación, de la construcción, del diálogo, del intercambio, en la que la información sea relevante para la construcción del aprendizaje y para superar las dificultades, incluidos los errores. Como advierte Perrenoud “no se construyen competencias sin evaluarlas, pero esta evaluación no puede tomar la forma de pruebas del tipo papel y lápiz o de los clásicos exámenes universitarios. La evaluación de las competencias debería ser, en gran medida, formativa, pasar por un co-análisis del trabajo del alumno y de la regulación de su inversión antes que pasar por notas o clasificaciones”. En contextos de formación, deberíamos hacer de la evaluación un medio para mejorar la enseñanza y el aprendizaje, mejora que beneficia al profesor y al alumno.
En definitiva, el sujeto debe aprender con la evaluación, pero a la vez, renunciar a la búsqueda del éxito académico  como valor en sí, identificado con el éxito de las calificaciones, tan importantes y tan condicionantes en la mente de los alumnos. De lo que se trata es de pasar de un aprendizaje sumiso y dependiente, que sólo puede garantizar el éxito fugaz para la inmediatez del aula y del momento crítico que es el examen, a un aprendizaje asentado en bases de entendimiento y al desarrollo de habilidades intelectuales, no solo competencias prácticas, que facilitan establecer nexos interdisciplinares necesarios para la formación integral del pensamiento de quien aprende.
Para conservar este propósito es imprescindible convertir el aula en espacio de encuentro donde se dan los aprendizajes y no en locales donde el alumno acude a obtener información con el fin de adquirir un cúmulo de datos para el consumo inmediato que representa el examen mientras el profesor habla. El docente debe originar estrategias para  calificar a los alumnos y no precisamente mediante exámenes, puede implementar la observación, tareas, resolución de problemas, apuntes de clase, participación en debates, ejercicios, conversaciones, carpetas de aprendizaje, entre otras. Dichas estrategias darán a conocer los verdaderos resultados de aprendizaje por parte de los alumnos.
Podemos concluir diciendo que la evaluación es parte del mismo proceso en el que se dan la enseñanza y el aprendizaje. Se necesita transformar la costumbre del examen tradicional, originar una cultura de evaluación. Para ello se necesita hacer de la evaluación un ejercicio de formación. Otras formas de evaluar es convertir la clase, el tiempo de clase, en tiempo de y para el aprendizaje. Reflexionar, comprender, recrear, criticar, disfrutar, descubrir y participar en los bienes culturales. Convertir el tiempo de clase en tiempo de aprendizaje compartido formativo.


BIBLIOGRAFÍA
GIMENO Sacristán, J. Et al. (2009). Educar por competencias ¿qué hay de nuevo? Madrid: Ediciones Morata.

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